Carpe Diem

 María F. Jiménez

El enfoque gestáltico hace hincapié en estar presente en el aquí y ahora. Desde el punto de vista terapéutico, esto contrasta con las terapias analíticas centradas en examinar el pasado. Claudio Naranjo destiló la filosofía gestáltica en unos principios básicos, y el primero es “Vive ahora, es decir, preocúpate del presente más que del pasado o el futuro”.

¿Qué relación tiene esto con el aforismo Carpe Diem?


Carpe Diem es ya parte de la cultura popular: disfruta el momento sin pensar en el futuro. ¿Es que se da por supuesto que el presente siempre es agradable? ¿O es que solo hay que entregarse al presente en ese caso?

En realidad el Carpe Diem de Horacio (65 a.C.- 8 a.C.) no es un lema con reminiscencias de anuncio de Coca-Cola ambientado en una celebración sin fin. Horacio dice que hay que emplearse en el presente para que el futuro no dependa tanto del destino. El futuro surge del presente, y la conciencia de cómo surge el devenir permite participar de manera más activa en ese proceso.



Epicuro, el padre del Epicureismo, hablaba de buscar el placer, sí, pero el placer al que se refería era “para el cuerpo el no sufrir, y para el alma, evitar las perturbaciones”1 tampoco por completo fuera de nuestro alcance”2

El enfoque gestáltico plantea que, estando en el presente, es posible afinar la conciencia para percibir lo que hay, qué necesidades se mueven y qué opciones hay para satisfacerlas según avanza el momento. No poniendo la atención por
delante o por detrás del presente es posible interactuar directamente con lo que hay en lugar de con las propias proyecciones. Cuanto menor es la proyección de lo que uno cree saber, más atención queda disponible para percibir lo menos obvio y abrirse a posibilidades que integren mejor los distintos planos de la persona y a esta en su entorno, de manera que se alcance una mayor armonía. O el placer que describe Epicuro. Esta alineación con lo que es, como el equilibrio, como la respiración, necesita ser renovado momento a momento, volviendo a dirigir la atención a percibir el presente. Así, Carpe Diem se desdobla como lo que es, una orientación profundamente filosófica y existencial.

 

Gracias a Francesca Prince por su asesoramiento y la inspiración de su artículo “La Píldora de Epicuro”, publicado el 5 de Mayo de 2011 en el No5 de Filosofía Hoy.


 


1 Epicure, Letter to Menoeceus.
2 Epicure, Ibid.

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Grande y pequeño, dentro y fuera

 

María F. Jiménez

 

Oscilo en cómo percibo la vida. Por momentos parece poco, solo una serie de maneras, una serie de decisiones que montan un tinglaíllo como un refugio. Si me pregunto qué es lo que me ha hecho montar este chiringuito, descubro que LA VIDA, no la que contengo, sino la que me contiene a mí, es tan enorme que me pierdo. Me doy cuenta de que la recorto y le pongo vallas para no disolverme en lo ilimitado. Este darme cuenta ya me está diciendo que en realidad estoy fuera de las lindes de seguridad que he establecido, que el infinito inaprehensible lo tengo dentro. Y una vez más, desde lo grande, vuelve mi mirada a lo pequeño, a lo de todos los días, a eso que casi es vulgar y plano y soso. Pero el tinglaíllo, desde fuera, ya es otra cosa. Desde dentro es mirar la vida por unos ventanucos. Desde fuera es una arquitectura a través de cuyos ventanucos se pueden atisbar los destellos de lo invisible en los rincones de lo cotidiano.

 

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Un instrumento de tu paz

 

Autoría atribuída a

San Francisco de Asís

 

Farbklecks, René Kriesch
Farbklecks, René Kriesch

 

Señor, haz de mi un instrumento de tu paz.
Que allá donde hay odio, yo ponga el amor.
Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón.
Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión.
Que allá donde hay error, yo ponga la verdad.
Que allá donde hay duda, yo ponga la Fe.
Que allá donde hay desesperación, yo ponga la esperanza.
Que allá donde hay tinieblas, yo ponga la luz.
Que allá donde hay tristeza, yo ponga la alegría.

 

Oh Señor, que yo no busque tanto ser consolado, sino consolar,
ser comprendido, sino comprender,
ser amado, sino amar.

Porque es dándose como se recibe,
es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo,
es perdonando, como se es perdonado,
es muriendo como se resucita a la vida eterna.

 

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Antes de morir, hija mía

 

 

 

 

"Cartas para Claudia"

Jorge Bucay


Antes de morir, hija mía

quisiera estar seguro de haberte enseñado a disfrutar del amor

a enfrentar tus miedos y a confiar en tu fuerza

a entusiasmarte con la vida

a pedir ayuda cuando la necesites

a decir o a callar según tu conveniencia

a ser amiga de ti misma

a no tenerle miedo al ridículo

a darte cuenta de lo mucho que mereces ser querida

a tomar tus propias decisiones

a quedarte con el crédito por tus logros

a superar la adicción a la aprobación de los demás

a no hacerte cargo de las responsabilidades de todos

a ser consciente de tus sentimientos y a actuar en consecuencia

a dar porque quieres y nunca porque estás obligada a hacerlo

 

Antes de morir, hija mía

quisiera estar seguro de haberte enseñado

a exigir que se te pague adecuadamente por tu trabajo

a aceptar tus limitaciones y vulnerabilidades sin enojo

a no imponer tu criterio ni permitir que te impongan el de otros

a decir que sí sólo cuando quieras y a decir que no sin culpas

a tomar más riesgos

a aceptar el cambio y revisar tus creencias

a tratar y exigir ser tratada con respecto

a llenar primero tu copa y recien después la de los demás

a premiar el futuro sin intentar vivir en función de él

 

Quisiera, Claudia, hija mía

estar seguro de que has aprendido a valorar tu intuición

que celebras la diferencia entre los sexos

que haces de la comprensión el perdón tus prioridades

que te aceptas así, tal como eres

que creces aprendiendo de los encuentros y de los fracasos

que te permitas reír a carcajadas por la calle sin ninguna razón

 

Pero sobre todo, hija

porque te amo más que a nadie en el mundo

quisiera estar seguro de haberte enseñado

a no idolatrar a nadie

y a mí, menos que a nadie.

 

 

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El amor

  1 Corintios 13,4-7

La Biblia Textual

 

El amor es paciente, es bondadoso.

El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso.

No se comporta con rudeza, no es egoísta,
no se enoja fácilmente, no guarda rencor.
El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad.
Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.

Ast mit Gast, René Kriesch
Ast mit Gast, René Kriesch

 

El Miedo, la desconfianza, los celos y las envidias no son compatibles con el amor. Allí donde está el amor, el verdadero amor, reina la confianza y no hay lugar para el miedo.

 

 

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Deja de sacrificarte a ti mismo!

 

La pequeña guía del éxito, S. 15

Robert T. Betz

(Traducción libre del alemán)

 

Sonnenuntergang in El Paso, René Kriesch
Sonnenuntergang in El Paso, René Kriesch

Quien se sacrifica, se queda sin nada - y provoca sentimientos de culpa en los demás. Sacrificarse a sí mismo no tiene nada que ver con el amor, sino con los propios sentimientos de culpa. En primer lugar cuida bien de ti mismo y procura hacerte feliz. Este el mayor favor que puedes hacer a tu prójimo. Él te seguirá.

 

 

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Los obstáculos

 

"El hombre en busca de significado"

Viktor E. Frankl

 

René Kriesch
René Kriesch

Los que hemos vivido en campos de concentración podemos recordar a aquellos hombres que se paseaban por los barracones consolando a los demás, regalándoles su último pedazo de pan. Tal vez hayan sido pocos en número, pero constituyen la prueba definitiva de que a un hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: su última libertad, la de elegir la actitud que ha de adoptar en cualquier circunstancia, la de escoger su propio camino.

 

 

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El niño

  Helen E. Buckley

(Traducción de Luis Porter)

Una vez un niño fue a la escuela.
El niño era bien pequeño.
la escuela era bien grande.
Pero cuando el niño vio
que podía caminar hacia el salón
desde la puerta de la calle
se sintió feliz
y la escuela
ya no le pareció tan grande como antes.


Einfach - Schön, René Kriesch
Einfach - Schön, René Kriesch

Poco tiempo después, una mañana
la maestra dijo:
- Hoy vamos a hacer un dibujo -
- Bien – pensó el niño, porque le gustaba dibujar
Y podía hacer todas esas cosas:
Leones y tigres,
gallinas y vacas
trenes y barcos.
Así que tomó su caja de lápices de colores
Y se puso a dibujar.

Pero la maestra dijo:
- ¡Esperen! ¡Todavía no es hora de comenzar!
Y el niño esperó hasta que todos estuvieran listos
- Ahora, dijo la maestra, hoy vamos a dibujar flores
- ¡Qué bien! Pensó el niño,
Porque a él le gustaba dibujar flores.
Y comenzó a dibujar flores muy bonitas
con su lápiz rosa, naranja, y azul…
Pero la maestra interrumpió y dijo:
- ¡Esperen! Yo les mostraré cómo hay que hacerlas
- ¡Así! dijo la maestra
dibujando una flor roja con el tallo verde
- ¡Ahora sí! Dijo la maestra
- Ahora pueden comenzar.
El niño miró la flor de la maestra
Y luego miró la suya;
A él le gustaba más su flor que la de la maestra.
pero él no reveló eso.
Simplemente guardó su papel
E hizo una flor como la de la maestra:
Roja, con el tallo verde.


Otro día
Cuando el niño abrió la puerta del salón
La maestra dijo:
- ¡Hoy vamos a trabajar con plastilina!
- ¡Bien! Pensó el niño
El podía hacer todo tipo de cosas con plastilina:
Víboras y muñecos de nieve
elefantes y conejos;
autos y camiones…
Y comenzó a apretar y a amasar
la bola de plastilina
pero la maestra interrumpió y dijo:
- ¡Esperen! No es hora de comenzar
- Y el niño esperó hasta que todos estuvieran listos
- Ahora -dijo la maestra- vamos a hacer una víbora
- ¡Bien! – pensó el niño
A él le gustaba hacer víboras
Y comenzó a hacer algunas
de diferentes tamaños y formas
Pero la maestra interrumpió y dijo:
- ¡Esperen! Yo les enseñaré como hacer una víbora larga
- Así… – mostró la maestra
- ¡Ahora pueden comenzar!
El niño miró la viborita que había hecho la maestra
y después miró las suyas.
A él le gustaban más las suyas que las de su maestra,
pero él no reveló eso.
Simplemente amasó la plastilina, como hacía en su casa
E hizo una viborita como la de la maestra.
Era una viborita delgada y larga.


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¡Aprecia tu vida!

 

La pequeña guía del éxito, S. 15

Robert T. Betz

(Traducción libre del alemán)

 

Unscheinbar, René Kriesch
Unscheinbar, René Kriesch

 

¿Asumes la responsabilidad sobre toda tu vida hasta el momento presente? Fuiste creador, eres creador y serás siempre creador. Aprecia, reconoce y bendice todas tus creaciones y revoca tus condenas. Lo has hecho lo mejor que podías. ¡Perdónate a ti mismo! De esta forma te devuelves la honra que tú mismo te quitaste.

 

 

 

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Sé el ser original que ya eres!

 

La pequeña guía del éxito, S. 52

Robert T. Betz

(Traducción libre del alemán)

 

1 vom Baum gefallen, René Kriesch
1 vom Baum gefallen, René Kriesch

 

 

 

La mayoría de los seres humanos nacen como originales y mueren convertidos en copias. Corren detrás de otros, los imitan y no exploran lo que les dicta su corazón. Encuentra lo propio, lo exclusivamente original que hay en ti y vívelo! Sigue los impulsos de tu corazón y haz lo tuyo propio aquí en esta vida.

 

 

 

 

 

 

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¡Reconoce el tesoro que eres!

 

La pequeña guía del éxito, S. 19

Robert T. Betz

(Traducción libre del alemán)

 

Autoetima, autoaceptación y amor a sí mismo son las claves de la abundancia y del éxito. Quien se autoestima y se quiere, reconoce los tesoros en el mundo y recibe.

 

Jede einzelne ein Gedanke, René Kriesch
Jede einzelne ein Gedanke, René Kriesch

 

 

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Cumple sólo tus propias expectativas!

 

La pequeña guía del éxito, S. 53

Robert T. Betz

(Traducción libre del alemán) 


Abgerissen, René Kriesch
Abgerissen, René Kriesch

Tú no estás en este mundo para cumplir las expectativas de otros, tampoco los deseos de tus padres. Libérate de ello y devuélveselo. No continúes traicionando a tu corazón, escucha por el contrario su voz. Esa es la voz de Dios en ti.

 

 

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Crecimiento

 

Hierba bajo mis pies, p. 14-15

Bruno-Paul de Roeck

(Tradución libre del alemán) 


En la terapia Gestalt no es relevante saber si ya estás en terapia o no. Lo fundamental es que estés dispuesto a trabajar en ti mismo. Para algunos puede sonar por ejemplo como: "soy gerente (o profesor o trabajador social) y siempre trabajo con gente. Es mi profesión y la quiero desempeñar tan humanamente como me sea posible, ya que que es al mismo tiempo la parte más importante de mi vida. Quiero reconocer con claridad, cómo mis errores hacen que las cosas salgan mal, quizá pueda cambiar algo". Para alguna pareja puede ser este el motivo: "Hemos llegado a un callejón sin salida en nuestra relación. Y esto desde hace mucho tiempo. Queremos romper definitivamente este círculo vicioso. ¿Pero cómo?".

Foto: Nur eine Knospe - René Kriesch

Alguien puede decir: "Me estoy volviendo viejo. El año pasado le he dado muchas vueltas al tema de la muerte. Pero de una forma que me bloquea y que me mata ya mismo. Esto no lo quiero dejar así." O también: "soy tan tímido con otras personas, que casi no me atrevo ni a hacer recados", etc. En este tipo de situaciones inconclusas es donde la terapia Gestalt puede ayudar, porque son situaciones que hay que resolver antes de poder seguir viviendo saludablemente.

 

Un ser humano sano es para mí alguien que tiene un buen contacto con la realidad: con el mundo grande y pequeño entorno a él y dentro de él. Yo mismo me veo justo en medio: entre el ser sano y el enfermo. A veces tiendo más hacia la izquierda y a veces más hacia la derecha. Así les ocurre a la mayoría de los seres humanos, creo yo, y así lo veo también como terapeuta en todos mis clientes.

 

Vivimos en dos planos distintos: el plano de la realidad donde tenemos contacto con nuestras propias emociones, con nuestros sentidos, con aquello que ocurre en nuestro cuerpo o a nuestro alrededor. Por otro lado existe el plano que llamamos intelectual o pensante en el que nos engañamos a nosotros mismo y a nuestro entorno. Este es el espacio donde rumiamos; donde nos ocupamos con lo que los otros pueden pensar, decir o esperar de nosotros. Es el plano donde continuamente nos repetimos a nosotros mismos: "qué no haríamos si no fuera porque...", aquello que desde hace tanto tiempo añoramos; donde nosotros mismo nos herimos sin dar ni siquiera un paso adelante. Es el plano donde nos imaginamos todas las posibles catástrofes que nos esperan a nosotros o a nuestros hijos en la caja de Pandora. Donde nos quejamos de nuestros padres "que nos han obligado a estudiar, o no nos dejaron, de tal forma que ahora..." Es el plano en el que siempre nos movemos en círculo inventando nuevas razones para desenterrar viejos problemas o especulando sobre el futuro... de tal forma que no tengamos que asumir el riesgo de "vivir ahora". Este es el plano donde nos enfermamos a nosotros mismos aterrorizando lo que ahora verdaderamente somos con lo que queremos o deberíamos ser.

 

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Conocimiento, experiencia, y ser en psicoterapia

 

"Conocimiento, experiencia y ser en psicoterapia"

Victor Levant

 

Este artículo fue presentado en 1997 en la Conferencia Anual de Québec de la Sociedad de profesionales Psicoterapeutas, el cual responde a la pregunta: ¿Cuáles son las actitudes, habilidades y talentos de un terapeuta experimentado? Yo me pregunto cómo explicar sin decir lo que ya se ha dicho, cómo hablar sin presunción o vanidad. Y lo único que yo sé, es qué hacer. Intenté acortar mis pensamientos a lo más esencial. Fui forzado a confrontar mis limitaciones, anular cualquier comparación con alguno de mis allegados, evitar la tentación de teorías grandiosas y tomar el riesgo de exponerme a mí mismo ante la gente. En ese momento escribí un texto, entonces lo volví a leer para asegurarme que las palabras que yo escribía resonaban en mí. Me preguntaba cómo mis colegas lo recibirían: como un cúmulo de preceptos mundanos o de la simplicidad profunda que yo buscaba. Conmovidos, me empujaron a compartir esto con todos los demás.

 

Victor Levant, Ph.D.
Victor Levant, Ph.D.
Yo soy un terapeuta gestáltico. Yo puedo hablar solamente de mí mismo. Trabajo con un conjunto de suposiciones.

El conocimiento da la experiencia y la calidad de esta última depende de nuestro ser.


Para mí, el único significado que tiene el universo es el que cada individuo le da.


La vida es una serie de procesos con distintos ritmos y ciclos.


Todo organismo sano tiende a satisfacer sus necesidades en la búsqueda de un nuevo equilibrio.


Nosotros existimos en relación con los otros, seamos concientes o no de ello. Nosotros somos quien somos para bien o para mal.


Somos responsables de lo que pensamos, hacemos, decimos o sentimos.


Estamos limitados por nuestros códigos genéticos, nuestra piel, nuestra educación y lo inevitable de nuestra muerte.


Lo que es, es. Lo que fue, fue y nunca será jamás. Lo que cuenta es lo que tenemos frente a nosotros, aquí y ahora.


Las cosas pasan; no podemos culpar a nadie


Solamente aceptando lo que es, incluyendo nuestras peores cualidades, sin juicio o reserva, puede ocurrir una apertura para que lo nuevo surja.


Compromiso es la única respuesta que he encontrado para la ansiedad existencial.


Los clientes vienen a la terapia porque no pueden soportarse a si mismos en su entorno; ellos sienten que no pueden ser fieles a ellos mismos en relación con los demás; ellos se sienten mal y quieren sentirse mejor.


Yo tengo la convicción de que el cliente es lo suficientemente inteligente, para saber en los más profundo de su corazón, qué es lo mejor para él. Ellos lo han evitado, rechazado, enterrado u olvidado.


El cliente está fundamentalmente sano, su decisión de empezar con la terapia es una sana respuesta a su necesidad vivida.


Cada cliente tiene sus propias experiencias, valores, caminos y ritmo de cambio.


Ellos tienen el derecho de tener el cuidado, dudar, dar marcha atrás, permanecer callados o dejar la terapia si ellos así lo desean.


Yo me concentro en lo obvio y en aquello que emerge.


En la primera llamada telefónica, escucho como el cliente busca mi ayuda,  y abro mis sentidos a la manera en que lo hace.


En la primera sesión, yo escucho su historia, que es lo que les trae a terapia, la emoción detrás de sus palabras sobre lo que es importante para ellos, el significado y etiquetas que ellos aplican a su experiencia, las razones a las que ellos adjudican su enfermedad, el grado de responsabilidad que ellos asumen, y también todo aquello que han hecho para aliviar su sufrimiento, porque no ha funcionado.


Establezco un contrato de terapia para darles responsabilidad inmediata. He aprendido a preguntar qué es lo que quieren, cómo se imaginan a ellos mismo estando bien, el impacto potencial de sus relaciones, el tiempo que ellos piensan que tomará y cómo conciben su rol. Si yo considero su visión irreal, se lo haré saber.


También establezco un marco de seguridad para nuestro trabajo como un símbolo de compromiso mutuo: el tiempo y la frecuencia de sus sesiones, la tarifa y el oportuno aviso de una cancelación. Cuando me voy de vacaciones, doy la noticia anticipadamente, así los clientes tomarán en cuenta mi ausencia.


En terapia, escucho lo que ellos dicen que les falta para el dominio de ellos mismos. Me interesa su tono de voz, su postura, gestos, cómo caminan, cómo se sientan, cómo se mantienen de pie, cuánto esfuerzo realizan, si se van rápidamente o se quieren quedar al final de su sesión. Me interesa su capacidad de percibir su cuerpo, su entorno, de cómo identifican sus necesidades, movilizan sus recursos y cumplen sus metas, y todo lo que hacen para interrumpir su proceso natural. Trabajo para ayudarlos a admitir lo que ellos sienten, hacer lo que ellos hacen, para hablar desde el corazón, moverse en armonía, pensar con sentimientos, y es aquí donde me interesa lo que yo hago para obstaculizarlos.


Disfruto trabajar a nivel preverbal para ofrecer un espacio de la narrativa lógica y analítica la cual no considero como un contacto total: trabajo con sueños, soporto agitación, preguntando a los clientes las sensaciones que sienten cuando etiquetan una emoción, gesticulan o toman una postura que ellos no pueden identificar como suya.


Yo apruebo expresiones genuinas y honestas y confronto las falsas y autodestructivas.  En este punto yo escucho las necesidades mas profundas normalmente expresadas en una forma inadecuada. Trabajo las polaridades para restablecer  el equilibrio y la función natural.


Si ellos hablan de un error de su pasado esperando un castigo o absolución, yo les preguntaré que fue lo que aprendieron. Cuando ellos lo comprenden, los hago regresar a los hechos. Si ellos proponen una acción que va en contra de sus valores, les pregunto como pueden vivir con ello. Cuando ellos culpan a alguien, yo debo ponerlos en los zapatos del otro. Cuando ellos hablan de ser rechazados, les pregunto como ellos rechazan a otros o a ellos mismos. Yo puedo pedirles que exageren un gesto, una actitud, una mala postura o sólo les pido hacer menos esfuerzo.


Cuando ellos me piden que interprete sus sueños, los invito a expresarse, en presente y en primera persona de los objetos dominantes, personas y atmósfera. Algunas veces, para enfatizar, les sugiero la frase: “Esta es mi existencia”.


Cuando juzgo una reacción como excesiva, les preguntaré que situación les recuerda;  a la que ellos la están relacionando. Si ellos me hacen una pregunta, yo les pediré que establezcan que es lo que están pensando. Y cuando decido responder, lo hago honestamente sin consentirlos.


Si ellos encuentran un duelo insuperable, yo comparto uno mío, y dejo mostrar mi dolor.


Si son incapaces de identificar sus emociones, puedo suspirar una palabra o sugerir dibujen sus sentimientos


Cuando un cliente llora por la muerte de un ser amado, le pido que llore por el mismo.


Cuando un cliente expresa culpabilidad, verifico sus resentimientos.


Cuando ellos olvidan algo que dijeron en alguna sesión anterior, yo debo recordarles lo que alguna vez me compartieron.  Yo les indico cuando ellos están regresando al pasado o están anticipando el futuro. Cuando ellos buscan el control de todo, les recuerdo la fuerza que hay detrás de nosotros.


Si me conmuevo o me aburro se los diré. Si me siento enojado, incapaz o incompetente, puedo optar por comunicarles como me siento. Comparto el mensaje que recibí de ellos. Si una imagen se cruza en mi mente, la evocaré. Y en el momento oportuno les pediré que me pregunten.
Aunque estoy entrenado para trabajos Gestalt, los utilizo escasamente. Debo emplear la “Silla Vacía” para iniciar un dialogo entre ellos y rasgos de rechazo de su personalidad o en situaciones de conflictos interpersonales así ellos perciben como proyectan sus partes desasociadas en otros.


A menudo, les pregunto a mis clientes si ellos podrán simplemente aceptar la existencia  de un sentimiento o de un hecho.


Normalmente, ellos no son capaces. Entonces les pregunto si ellos aceptarán el hecho de que ellos no son capaces de aceptarlo. Después de esto, usualmente ellos lo aceptan, y es el comienzo del cambio.


Pero principalmente, es en el silencio entre nosotros cuando el cliente da vuelta a su interior y siente lo que está sucediendo.


Mi papel como terapeuta es ayudar a mis clientes a aliviar su sufrimiento, esto implica disciplina personal y ética profesional de mi parte.


Clientes con síntomas psicosomáticos deben someterse a un examen médico; lo mismo para los clínicamente deprimidos con el fin de eliminar causas biológicas.


Si me encuentro atorado en repetidas ocasiones con un cliente buscare supervisión. Si siento que yo no puedo ayudar a el cliente, lo referiré. Yo me cuido a mí mismo en mis sesiones. Estoy atento a mis propia sensaciones físicas,  por ejemplo, me pararé por un vaso con agua si estoy sediento. Tomo por lo menos media hora entre cada cliente para hacer notas y desasociarme para estar totalmente listo para el siguiente contacto. Me cuestiono sobre mi necesidad de ser terapeuta. Y trabajo en la aceptación cada vez mayor de mi propio malestar personal.


Escuchar empáticamente, sí, pero no a expensas de mi propia salud mental. Compasión, por supuesto, pero adaptado a las necesidades del momento.


Nosotros somos quien somos para bien o para mal. Los seres humanos no somos perfectos. Los terapeutas tampoco, y no necesitan serlo. La capacidad de compromiso con uno mismo es suficiente. Cuando nosotros nos involucramos profundamente con nuestro clientes, se refina nuestra presencia, nuestro errores son claramente vistos, y la necesidad de lectura, supervisión, entrenamiento adicional o terapia personal es necesaria.


Cuando intento ser un buen terapeuta, nunca funciona. La sesión no va a ningún lado. El cliente se siente defraudado, creyendo que es su culpa.


Cuando yo acepto mi nerviosismo antes de cada terapia, tiemblo con frío y tengo la impresión de que me estoy abriendo a lo que viene la próxima hora.


Trabajo en un marco terapéutico: Un periodo de tiempo fijo, limitado por mi experiencia, mi entrenamiento, mis defectos personales, con información fragmentada. Y con todo esto, estoy ahí para un propósito.


Enfrentar a un cliente, que el compromiso es la única respuesta que yo tengo: Invertir toda mi energía y sentimientos, y arriesgar mi ser con ellos. Haciendo eso, confronto mis propios valores y  suposiciones terapéuticas. Compartiendo, es como invito al cliente a hacerlo: Para decir ruidosamente desde adentro que es lo que piensan, para compartir esperanzas y miedos, y llegar a lo insoportable. Algunas veces nos encontramos en la misma búsqueda.


En la medida en que yo acepte el curso de mi vida, mis propios ritmos y cambios, mis peores cualidades y mis propias dificultades en la vida, existe la posibilidad de que mi cliente saldrá de esconderse a encontrarme, de corazón a corazón, en ese espacio entre arrepentimiento y miedo, llamado terapia.


“Para llevar el corazón”, Heidegger demostró, es “tomar las cosas como son, frente de nosotros, aquí y ahora, en la presencia del presente.”


Este artículo fue publicado en Cognica, el boletín de la Guía Canadiense y Asociación de Asesoramiento (Noviembre 1997), en Guía de recursos (Octubre 1997), y Psicoterapia Québec (Enero 1998).

 

 

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El verdadero valor del anillo

 

"Recuentos para Demian"

Jorge Bucay

 

Habíamos estado hablando sobre la necesidad de reconocimiento y valoración. Jorge me había explicado la teoría de Maslow sobre las necesidades crecientes.

Todos necesitamos el respeto y la estima del afuera para poder construir nuestra autoestima.

Yo me quejaba por entonces de no recibir la aceptación franca de mis padres, de no ser el compañero elegido de mis amigos, de no poder lograr el reconocimiento en mi trabajo.

—Hay una vieja historia— dijo el gordo, mientras me pasaba la pava para que yo cebara— de un joven que concurrió a un sabio en busca de ayuda. Su problema me hace acordar al tuyo.

—Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?

El maestro, sin mirarlo, le dijo:

—Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizás después... –y haciendo una pausa agregó— Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.

—E... encantado, maestro –titubeó el joven pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas.

—Bien –asintió el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo al muchacho, agregó –toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete antes y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas..El joven tomó el anillo y partió.

Apenas llegó, empezó a ofrecer al anillo a los mercaderes.

Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo.

Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, y rechazó la oferta.

Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado –más de cien personas— y abatido por su fracaso, montó su caballo y regresó.

Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro. Podría entonces habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda.

Entró en la habitación.

—Maestro –dijo— lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.

—Qué importante lo que dijiste, joven amigo –contestó sonriente el maestro—.

Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él, para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuánto te da por él. Pero no importa lo que ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.

El joven volvió a cabalgar.

El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo:

—Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.

¡¿58 monedas?! –exclamó el joven.

—Sí –replicó el joyero— Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé... Si la venta es urgente....El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.

—Siéntate –dijo el maestro después de escucharlo—. Tú eres como este anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?

Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda.


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Vacío en la abundancia

 

"El gran libro del arte de la vida", p. 171

Anselm Grün

(Traducción libre del alemán)

 

Foto: Ins Licht  - René Kriesch

Aquellos que han alcanzado todo lo que anhelaban experimentan un sentimiento de vacío interior. "El uno puede ser nombrado futbolista del año, el otro recibir una Summa Cum Laude en su doctorado, conquistar el corazón de la pareja perfecta o ganar tanto dinero como para permitirse el estilo de vida que desea." (Christina Grof) Sin embargo en medio de la abundancia queda el vacío interior... y la añoranza de algo completamente distinto se hace todavía más grande.

Nada terrenal, ni el éxito, ni ningún ser querido puede tranquilizar nuestra inquietud interior. Sólo la alcanzaremos cuando encontremos la fuente que no se agota nunca y que es la seguridad y el hogar del que no seremos desterrados nunca, y el amor que no se diluye nunca ni se derrite entre los dedos.

 

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Trátate bien a ti mismo

 

"El gran libro del arte de la vida", p. 164

Anselm Grün

(Traducción libre del alemán)

 

Reconoce lo maternal en ti. Toma en tus brazos maternales al niño herido que hay en ti. Trátate maternalmente a ti mismo. Así, no necesitarás a lo largo de toda tu vida esperar más que tu madre te dé el amor que tanto anhelas, que tu madre pronuncie aquellas palabras de elogio y reconocimiento que tanto necesitas. Sé tu mismo madre. Cógete en brazos a ti mismo cariñosamente. Y regálate la seguridad, que el niño herido que hay en ti necesita. En ti hay suficiente energía maternal porque tú mismo eres parte de la energía y el amor maternal de Dios.

 

 

Foto: Prachstück - René Kriesch

 

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El esclavo

 

"Shimriti. De la ignorancia a la sabiduría", p. 236

Jorge Bucay

 

La mayoría de nosotros acordamos sin saberlo con el viejo proverbio árabe:

 

No despiertes al esclavo, porque porque quizá esté soñando que es libre.

 

Pero el sabio dirá: "¡Despierten al esclavo! Especialmente si sueña con la libertad. Despiértenlo y háganle ver que es un esclavo; sólo mediante esa conciencia podrá quizá liberarse".

 

Foto: Sonne 2 - René Kriesch

 

 

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El elefante encadenado

 

"Recuentos para Demian"

Jorge Bucay

—No puedo –le dije— ¡NO PUEDO!

—¿Seguro? –me preguntó el gordo.

—Sí, nada me gustaría más que poder sentarme frente a ella y decirle lo que siento... pero sé que no puedo.

El gordo se sentó a lo Buda en esos horribles sillones azules de consultorio, se sonrió, me miró a los ojos y bajando la voz (cosa que hacía cada vez que quería ser escuchado atentamente), me dijo:

—¿Me permites que te cuente algo?

Y mi silencio fue suficiente respuesta.

Jorge empezó a contar...

 

Cuando yo era pequeño me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. Me llamaba especialmente la atención el elefante que, como más tarde supe, era también el animal preferido por otros niños. Durante la función, la enorme bestia hacía gala de un peso, un tamaño y una fuerza descomunales... Pero después de su actuación y hasta poco antes de volver al escenario, el elefante siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba una de sus patas.
Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en el suelo. Y, aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza, podría liberarse con facilidad de la estaca y huir.
El misterio sigue pareciéndome evidente.
¿Qué lo sujeta entonces?
¿Por qué no huye?
Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los mayores. Pregunté entonces a un maestro, un padre o un tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado.
Hice entonces la pregunta obvia: «Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan?».
No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo, olvidé el misterio del elefante y la estaca, y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho esa pregunta alguna vez.
Hace algunos años, descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido lo suficientemente sabio como para encontrar la respuesta:
El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño.
Cerré los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que, en aquel momento, el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y, a pesar de sus esfuerzos, no lo consiguió, porque aquella estaca era demasiado dura para él.
Imaginé que se dormía agotado y que al día siguiente lo volvía a intentar, y al otro día, y al otro... Hasta que, un día, un día terrible para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.
Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa porque, pobre, cree que no puede.
Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer.
Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo.
Jamás, jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza...
Todos somos un poco como el elefante del circo: vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad. Vivimos pensando que «no podemos» hacer montones de cosas, simplemente porque una vez, hace tiempo, cuando éramos pequeños, lo intentamos y no lo conseguimos. Hicimos entonces lo mismo que el elefante, y grabamos en nuestra memoria este mensaje: No puedo, no puedo y nunca podré.
Hemos crecido llevando ese mensaje que nos impusimos a nosostros mismos y por eso nunca más volvimos a intentar liberarnos de la estaca.
Cuando, a veces, sentimos los grilletes y hacemos sonar las cadenas, miramos de reojo la estaca y pensamos:
No puedo y nunca podré.

—Y así es, Demián. Todos somos un poco como ese elefante del circo: vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad.

Vivimos creyendo que un montón de cosas “no podemos” simplemente porque alguna vez, antes, cuando éramos chiquitos, alguna vez, probamos y no pudimos..Hicimos, entonces, lo del elefante: grabamos en nuestro recuerdo:

NO PUEDO... NO PUEDO Y NUNCA PODRÉ

Hemos crecido portando ese mensaje que nos impusimos a nosotros mismos y nunca más lo volvimos a intentar.

Cuando mucho, de vez en cuando sentimos los grilletes, hacemos sonar las cadenas o miramos de reojo la estaca y confirmamos el estigma:

¡NO PUEDO Y NUNCA PODRÉ!

Jorge hizo una larga pausa; luego se acercó, se sentó en el suelo frente a mí y siguió:

Esto es lo que te pasa, Demián, vives condicionado por el recuerdo de que otro Demián, que ya no es, no pudo.

Tu única manera de saber, es intentar de nuevo poniendo en el intento todo tu corazón...

...TODO TU CORAZON.

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